La ballena franca austral es la protagonista de los avistajes patagónicos. Durante el invierno y la llegada de la primavera, una gran cantidad de ballenas se acercan a la región de península de Valdés, principalmente a los golfos San José y Nuevo, en la provincia de Chubut.
Desde los primeros días de mayo hasta los primeros de noviembre, centenares de ballenas francas vienen a aparearse y reproducirse, algunas ya con sus crías, desde distintos puntos de los fríos mares del sur. De allí su nombre Eubalaena Australis, cuya morfología es reconocida a simple vista por quienes realizan los avistajes. De cuerpo oscuro, agrisado y negruzco, regordeta y sin aleta dorsal, la ballena franca posee en su gran cabeza ciertas callosidades que permiten diferenciar unas de otras y que a su vez son una especie de ícono distintivo de este tipo de cetáceos.
Ciudades como Puerto Madryn y Puerto Pirámides reciben la visita masiva de turistas de todas partes del mundo, que llegan deseosos de ver las famosas ballenas tanto desde la costa como desde algunas de las embarcaciones que brindan el servicio de avistajes. Septiembre y octubre son los meses de mayor concentración de estos mamímeros. Con casi 40 años de historia, los avistajes comenzaron en la década del `70, cuando algunos barcos que navegaban por la península notaron que las ballenas se acercaban curiosas y que al percibir la presencia del hombre, no huían, sino que mostraban sus colas, realizaban saltos e incluso nadaban en círculos alrededor de las embarcaciones. Hoy la situación es idéntica, pero el paso del tiempo, el surgimiento y la institucionalización de los avistajes, el aporte científico para leer correctamente los comportamientos y hábitos de la especie y, sobre todo, la presencia constante de estas diosas del océano hizo que la ballena franca austral se transformara en una pasión argentina y patagónica.
En la parte superior de la cabeza poseen unas callosidades que son su "sello de identificación", como nuestras huellas digitales, quienes las conocen o las ven habitualmente las distinguen por esta característica. Detrás de las callosidades se encuentran los espiráculos, los orificios por los que el animal respira y desde los cuales expulsa violentamente el aire de sus pulmones. Popularmente se habla de un "chorro de agua" que emerge de sus lomos, pero en realidad se trata de aire que exhalan por estos orificios, una suerte de ventrículos nasales.
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