ALFONSINA STORNI
Alfonsina Storni nació el 29 de mayo de 1892 en Sala Capriasca (Suiza) y se trasladó con su familia a la Argentina en 1896, donde adoptará esta nacionalidad. Es autora de los libros de poemas "La inquietud del rosal", "El dulce daño", "Irremediablemente", "Languidez", "Ocre", "Mundo de siete pozos" y "Mascarilla y trébol". Publicó también las obras de teatro "El amo del mundo", "Dos farsas pirotécnicas" y "Teatro infantil". En 1925, recibió el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura. El 25 de octubre de 1938, se suicidó en la ciudad de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires.
DOLOR
QUISIERA esta tarde divina de octubre
Pasear por la orilla lejana del mar;
Que la arena de oro, y las aguas verdes,
Y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
Como una romana, para concordar
Con las grandes olas, y las rocas muertas
Y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
Y la boca muda, dejarme llevar;
Ver cómo se rompen las olas azules
Contra los granitos y no parpadear
Ver cómo las aves rapaces se comen
Los peces pequeños y no despertar;
Pensar que pudieran las frágiles barcas
Hundirse en las aguas y no suspirar;
Ver que se adelanta, la garganta al aire,
El hombre más bello; no desear amar...
Perder la mirada, distraídamente,
Perderla, y que nunca la vuelva a encontrar;
Y, figura erguida, entre cielo y playa,
Sentirme el olvido perenne del mar.
YO EN EL FONDO DEL MAR
En el fondo del mar
hay una casa
de cristal.
A una avenida
de madréporas
da.
Un gran pez de oro,
a las cinco,
me viene a saludar.
Me trae
un rojo ramo
de flores de coral.
Duermo en una cama
un poco más azul
que el mar.
Un pulpo
me hace guiños
a través del cristal.
En el bosque verde
que me circunda:
din don... din dan,
se balancean y cantan
las sirenas
de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza
arden, en el crepúsculo
las erizadas puntas del mar.
VOY A DORMIR
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas, bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes.
Te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides. Gracias... ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.
(24 de octubre de 1938)
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